Reseña Histórica
La Congregación de Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario, fundada el 5 de Octubre de 1918 por Madre Ascensión Nicol y Monseñor Ramón Zubieta, participa en la misión apostólica de la Iglesia a través de la tarea educativa de acuerdo al carisma que le imprimieron sus Fundadores: “EVANGELIZAR A LOS POBRES EN AQUELLAS SITUACIONES MISIONERAS DONDE LA IGLESIA MÁS NOS NECESITE”.
El deseo de M. Ascensión de proclamar el Reino no se detuvo, se iniciaron numerosas fundaciones en Perú: Huacho, Tahuamanu, Huaraz, Quillabamba y Lambayeque, China, Portugal, etc. Así, ese espíritu misionero hizo que las Hermanas emprendieran un largo viaje desde Arequipa (Perú) hasta la Paz (Bolivia) para desde allí, continuar viaje en tren a Calama. Ellas fueron, Hna. María Asunción Álvarez, Hna. María Ernestina Martínez y Hna. Prudencia Pérez. A estas hermanas se les unen poco después las Hnas. Margarita García, Carmela Lacunza, Paz Domezáin, Araceli Revuelta y Clementina Palencia.
Sus primeras impresiones... “Todo el norte de Chile es un desierto debido a la cantidad inmensa de salares, presentando la tierra aspectos de nieve. A medida que nos acercábamos al destino que la Divina Providencia nos depara, se nos cae el alma a los pies al ver regiones inmensas sin una muestra de vegetación. Al llegar a Chuquicamata, estación de la mina de cobre, creíamos que era Calama, pues nos habían anunciado que era la primera estación. El corazón se encogió un poquito para ensancharse al llegar a Calama con tanto árbol y bastante vegetación ya que parece un oasis en medio del desierto.” (Hna. Asunción Álvarez)
Llegaron a Calama el tres de Diciembre de 1954, año Mariano. Los primeros que recibieron en Calama a las religiosas fueron los integrantes de la firma Abaroa, quienes les proporcionaron albergue y cedieron terreno para la construcción del Establecimiento. Les esperaba el párroco de Calama Andrés Bilbao, junto a otras personas. La gente las recibió con mucha alegría y entusiasmo, destacándose la señora Alejandrina Olivares, Primera Benefactora en el desarrollo del Proyecto Educativo Institucional.
El padre Andrés Bilbao, miembro de la institución misionera Obra Sacerdotal Hispanoamericana, logró que las Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario vinieran a Calama y aceptasen la hermosa obra del apostolado que él soñaba. Orientó como obra suya soñada y queridísima, los primeros y difíciles pasos del colegio, siendo, incluso, profesor de varias asignaturas durante los primeros meses de su fundación. Tuvo la visión suficiente para auscultar el futuro y comprender que el nacimiento sería pobre y humilde, pero con los años harían grande al plantel y al mismo tiempo le daría prestigio no sólo a Calama, sino que a toda la Provincia El Loa.
Era una necesidad crear en Calama un colegio para señoritas. El colegio, de carácter subvencionado, acoge en sus aulas a niñas y jóvenes de todas las clases sociales, beneficiando sobre todo a las familias de escasos recursos, de acuerdo con el Carisma Congregacional. En la modalidad de Educación Secundaria Católica, fue el primer Colegio de Calama. Se hacía realidad, una vez más la gran intuición que tuvieron los Fundadores de la Congregación, al dar prioridad en su Acción Evangelizadora a la formación de la mujer, como agente renovador de la familia y la sociedad.
Desde aquel 14 de Marzo de 1955 y hasta estos días del nuevo milenio, se unen años de historia y experiencia acumulada en esta tierra de Sol y Cobre: Calama. Dios inspiró a las primeras Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario, en un ambicioso plan de educar y formar en valores cristianos a niñas y adolescentes de esta tierra.
El segundo lunes de marzo de 1955 se iniciaron las clases y la apertura oficial fue el 19 de mayo de 1955.
La aprobación y permiso oficial para el funcionamiento del colegio fue tramitado en forma rápida y expedita, pues se reconocía su necesidad para la provincia de El Loa. El 29 de diciembre de 1955 fue publicado el decreto del Ministerio de Educación con el N° 14.323. Al año siguiente y en virtud de los primeros y excelentes resultados el colegio fue reconocido como “Cooperador de la función Docente del Estado” por decreto del 28 de septiembre de 1956 con el N° 10.484.
Las primeras alumnas que acudieron al colegio ese imborrable 14 de Marzo de 1955 llenaron de alegría el sencillo pero acogedor recinto escolar.
El día de la Ascensión del Señor, el P. Pablo Bengoechea procede a bendecirlo con el venerado nombre de la Madre y Patrona de la Comarca “NUESTRA SEÑORA GUADALUPE DE AYQUINA”.
Fueron padrinos D. Charles Brinckerhoff junto con su esposa, participando las autoridades y varios empleados de la mina. Las alumnas van aumentando y las aulas de clases se hacen ya insuficientes. Hay que pensar en la construcción de un nuevo colegio.
Las Hermanas son conscientes del gran desafío que se les presenta, pero asumen valientemente el riesgo y “manos a la obra” se deciden a buscar ayuda.
Solicitan una entrevista con D. Charles Brinckerhoff, Gerente de la “Chile Exploration Company” para exponerle sus deseos de construir un nuevo Colegio y ver si podrían darles alguna ayuda. El Sr. Gerente al ver el tesón y audacia de las Misioneras, consigue que la Compañía Minera acepte la solicitud de las Hermanas y comienza así la generosa colaboración que continuará con los sucesivos Gerentes, Sres. Becker, Allen y Witcomb.
La Compañía se comprometía con su personal especializado a dirigir las obras y entregar todo el material necesario para la construcción. La Congregación por su parte, se hacía responsable del pago de sueldos a los trabajadores.
El lema que el estudiantado del CGA lleva en sus corazones es “CIENCIA – VIRTUD – ACCIÓN”, que manifiesta claramente la profunda conexión que existe entre Cultura, Fe y Vida, siendo la mayor preocupación que las alumnas conserven y practiquen sus principios más allá de sus años estudiantiles.
Esta apuesta esperanzadora por la mujer fue dando su fruto poco a poco y el año 1960 egresa la Primera Promoción, como primicia de la labor educacional.
La educación que ofrecemos a nuestras alumnas se rige por las normas del Ministerio de Educación y se inspira en el Evangelio, en las Orientaciones de la Iglesia, en la Orden de Santo
Domingo de Guzmán y la Espiritualidad y Estatutos de la Congregación de Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario, que señala “La tarea educativa es uno de los medios más aptos de promoción, ya que contribuye poderosamente a la toma de conciencia de nuestra dignidad de hijos de Dios y desarrolla las aptitudes necesarias para que la persona sea agente de su propia transformación y de la sociedad”(Const.. N° 9).
El Colegio cumple una misión importante en la formación integral de la persona, tanto en lo humano como en lo cristiano, es un verdadero Colegio de Iglesia, según la misión de la Orden de Predicadores y un lugar de encuentro de quienes persiguen testimoniar los valores cristianos en la educación contemporánea. La comunidad Educativa, integrada por alumnas, padres de familia y maestros se esfuerzan por hacer del Evangelio norma educativa, motivación interior y meta final. Lo distintivo en cuanto perteneciente a la Orden de Predicadores, es su enraizamiento en la Compasión, la búsqueda de la verdad y el trabajo vocacional.
A partir de estos principios y de esta experiencia comunitaria, fija como finalidad de la educación en clave dominicana, "acompañar a las estudiantes en su tarea de buscar y comunicar la verdad, para que a través de ella sean libres, planifiquen sus vidas y puedan ser útiles a la sociedad". A partir de esta misión, la concepción curricular que permite efectuar estos objetivos es "la Realización Personal" o el currículo como experiencia integrada, saturada de valores y centrada en la construcción por parte del educando de su propio proyecto de vida y en la necesidad de integración personal.
La Orden Dominicana tiene la misión, ineludible e intransferible, de aportar, del tesoro de su experiencia secular y su capacidad de leer la realidad presente, los valores que dan sentido a la persona y la ayudan a desarrollarse, en todas sus dimensiones, hasta alcanzar su plenitud.
Desde sus orígenes la Orden ha sentido como suya la responsabilidad de acompañar a las personas en su proceso de crecimiento humano y espiritual, y se ha preocupado de preparar a sus miembros para realizar esta tarea. Evangelizar es simultáneamente humanizar. La Buena Noticia, que lleva por el mundo entero, es fuente liberadora, pues estimula al ser humano a crecer, a ser perfecto teniendo en cuenta a todos sus semejantes, imitando a su Padre del cielo (Mt 5,48).